En dos ocasiones, que se sepa, utiliza Carpe el sol de ocho puntas en sus obras religiosas: la Anunciación del edificio de Radio Nacional, en Las Torres de Cotillas, y en la representación de Juan Evangelista de la fachada de la iglesia de Barranda.
Sol radiante, lucero de la mañana, estrella mudéjar. Pero para el cristiano, tanto la estrella de ocho puntas, como la figura octogonal, son símbolo de la vida eterna: renacimiento, regeneración. En la planta del baptisterio, o la pila de inmersión, se adopta esta forma; por el Bautismo se pasa de la muerte (pecado original) a la Vida. Igualmente se usa para capillas funerarias: por la muerte se pasa a la Vida Eterna.
Otras lecturas trascendentes nos llevan a los cuatro elementos que componen el mundo y a los cuatro puntos cardinales, o también, a la perfección del cubo girado 90º sobre sí.
En las antedichas obras nos parece que habido usado para materializar un concepto tan abstracto como el Verbo con el que comienza Juan su Evangelio (Juan 1: 1-15): «En el principio era el Verbo y el Verbo estaba en Dios, y el Verbo era Dios»… «Y el Verbo se hizo carne y habitó entre nosotros». En la Anunciación lo recibe María en presencia de Gabriel, su mano derecha, alzada para ello, mientras en la izquierda se posa la Paloma; en San Juan Evangelista, de Barranda, lo sitúa entre el libro abierto y su mano derecha, que muy expresiva, señala con el dedo índice.
Germán Ramallo Asensio